Europa
Simon Vouet. El rapto de Europa, hacia 1640
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Simon Vouet. El rapto de Europa, hacia 1640
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
“Poco a poco, a medida que Europa abandona su miedo, unas veces le presenta su pecho para que lo acaricie con su virginal mano, y otras le ofrece sus cuernos para que los enlace con guirnaldas recién trenzadas. También se atrevió la regia princesa, sin saber a quién oprimía con su cuerpo, a sentarse sobre el lomo del toro: el dios, sin que se note, se va alejando de la tierra y de la parte seca de la playa, luego moja sus falsos pies en las olas de la orilla, se aleja un poco más, y por fin se lleva a su presa por las aguas del mar abierto”.
Las metamorfosis, Ovidio
El nombre fundacional del continente europeo nace de un mito y un rapto: el de una doncella fenicia sacada de Asia y llevada por Zeus hasta la isla de Creta. Esta pintura de Vouet está claramente inspirada en la metamorfosis de Ovidio, uno de los autores clásicos que recupera esta narración junto con Homero, Hesiodo o Herodoto entre muchos otros.
Aunque Góngora, muchos años más tarde, no puso fácil entender el mito en su poema Soledades, nunca se ha dejado de pensar en la idea de Europa y en eso que conforma lo Occidental. Hoy, más que nunca, pensar en Europa se presenta como un reto único y necesario.
Y la realidad puede ser bastante descorazonadora. ¿De verdad que hoy nuestro continente se reduce a una unión económica? Algunos como Ignacio Juliá se niegan a admitirlo.
La unión espiritual es lo que soñó el escritor Stefan Zweig, que no encontró la razón de la destrucción del continente que tanto quería y que imaginó pacífico y sin fronteras. Raptada Europa y perdida su patria espiritual, ya nada tuvo sentido para él.
¿La idea de Europa está escondida detrás de la doncella y el toro? ¿Es posible resumirla en un puñado de instituciones, ideas, tradiciones y costumbres? El filósofo y ensayista George Steiner pensó que sí y lo explicó en una conferencia que acabó editándose y que María Vargas Llosa resume en este prólogo.
Sigue mirando. Observa con ojo crítico. Busca.