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Wunderkammer

Espías

Edgar Degas. Bailarina basculando (bailarina verde), 1877-1879
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

 

¿Quiénes somos los que nos paramos frente a una obra de arte a observarla? ¿Somos mirones sin pudor que nos asomamos a mundos que no nos pertenecen?

 

Quizá lo seamos, pero no nos torturemos; el artista que pintó esa escena que admiramos con pasión, que nos atrae por sus contradicciones o por su belleza, fue voyeur antes que nosotros.

 

Y  los hay peores. Ya lo dice Isabel Coixet, «El espectador de cine es el gran voyeur de la intimidad, de la intimidad de gente que no conoce, de sombras en una pantalla».

 

La obsesión de Degas por las bailarinas queda más que demostrada en su producción artística. Las bailarinas fueron las protagonistas tanto en lienzos como en esculturas. Degas disfrutaba de la Ópera de París como espectador pero también se llegó a colar en las salas de ensayo y camerinos para verlas en movimiento o en reposo y captar así escenas de lo más variadas con gestos y poses únicas.

 

Degas nos regala unos prismáticos que nos permiten, desde la sala del Museo Thyssen-Bornemisza reconvertida en una provisional platea, saltar sobre la escena para aplaudir con furor a esta bailarina vestida de verde que bascula para nosotros.

 

Fue un observador de su mundo y nosotros lo somos del nuestro. ¿No son las redes sociales un escaparate en el que nos mostramos y donde podemos observar como espías la vida de los demás?

 

Para el pintor la escena resume su realidad, entendida como fugaz  y pasajera. De alguna manera ocurre lo mismo hoy cuando la necesidad de exhibirse se mezcla con las ganas de proyectar al mundo una imagen parcial de la realidad: puro postureo y no precisamente de ballet clásico.

 

Y ya puestos, os proponemos un juego: observar en los museos a quién observa las obras de arte colgadas de las paredes. Echad un vistazo a la cuenta del fotógrafo Stefan Draschan, ¡Eso sí que es vouyerismo contemporáneo!