Caminos

Claude Monet. Chemin dans les blés à Pourville, 1882
Denver Art Museum, Denver

“Cuando revivo dinámicamente el camino que «escalaba» la colina, estoy seguro de que el camino mismo tenía músculos, contramúsculos. En mi cuarto, el recuerdo de aquel sendero me sirve de ejercicio. Al escribir esta página me siento liberado del deber de dar un paseo; estoy seguro de que he salido de casa.”

 

Gaston Bachelard, La poética del espacio

 

La frase en latín Solvitur ambulando atribuida a san Agustín de Hipona significa “se soluciona andando”. Eso debió pensar Monet cuando se lanzó al mundo, con su caballete y el maletín de pinturas en mano, para dejarse abrazar por la naturaleza y descubrir su propio camino: el del Impresionismo.

 

Su interés por alejarse de la academia le llevó a salir de su estudio y pintar en el exterior. Obsesionado por captar la luz, no buscaba paisajes o escenas idealizadas, sino captar un momento particular, un instante, una impresión. Y eso solo lo conseguía «au plein air».

 

Transitar los caminos sin miedo, a pesar de no conocer donde le llevarían, liberó a Monet y al arte. Porque caminar transforma, “restituye en el hombre el feliz sentimiento de estar en el mundo” como dice David le Breton en su libro El elogio del caminar.

 

Patrick Leigh Fermor, otro caminante imparable, cruzó con 18 años Europa acompañado de las obras completas de Horacio. Su búsqueda de la belleza, de la grande y la sutil, empezó en Holanda y acabó en Estambul. Transformado, ya no pudo parar nunca y se lanzó al resto del mundo.

 

Este camino de Monet, como a Gaston Bachelard, nos sirve de imagen y de recordatorio para no parar. Solo hay que vencer al miedo y pedir, como Kavafis, “que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo”.

 

Pues eso, lancémonos a los caminos.

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Wunderkammer