Sublime
Pierre Jacques Volaire. La erupción del Vesubio, 1771.
The Art Institute, Chicago.
Pierre Jacques Volaire. La erupción del Vesubio, 1771.
The Art Institute, Chicago.
El término sublime hace referencia a una belleza extrema, que va más allá de la racionalidad del espectador.
La distinción entre lo bello y lo sublime fue uno de los grandes temas que ocuparon las discusiones de los filósofos de los siglos XVIII y XIX. Para el filósofo Immanuel Kant, que escribió dos libros sobre el tema, lo sublime es aquello que es absolutamente grande, lo que agita y remueve el espíritu y lo encuentra en el “inmenso océano agitado por la tormenta” y en los “volcanes desencadenando todo su poder de destrucción”.
Puede parecer frívolo hablar del espectáculo de la erupción de un volcán, pero la filosofía nos ayuda a recordar que es completamente natural quedarse pegado a la pantalla con la boca abierta mientras vemos cómo la lava se desliza montaña abajo en la isla de la Palma.
Werner Herzog pensaba que quedarse embobado mirando al cráter de un volcán «es como hacerlo a los ojos de los poderosos dioses del pasado», y es que los volcanes reciben su nombre del dios romano del fuego: Vulcano.
El asombro y el entusiasmo del arte y la ciencia por los volcanes ha sido constante a lo largo de la historia: observaciones científicas, obras de arte, poemas y películas que reflejan el vasto poder de la naturaleza, que nos fascina y nos recuerda que nunca seremos capaces de tener todo bajo control.
“Cuando el mejor planeta en el diluvio
templa de Etna y volcán la ardiente fragua,
y el mar pasado el límite desagua,
encarcelando al sol dorado y rubio;
Cuando cuelgan del Cáucaso y Vesubio
mil cuerpos entre verdes ovas y agua,
cuando balas de nieve y rayos fragua,
y el Ganges se juntó con el Danubio;
cuando el tiempo perdió su mismo estilo
y el infierno pensó tener sosiego
y excedió sus pirámides el Nilo;
cuando el mundo quedó turbado y ciego,
¿dónde estabas, Amor, cuál fue tu asilo,
que en tantas aguas se escapó tu fuego?”
Lope de Vega